Tras el arrebato de acercarse a lo prohibido y marearse, el hombre renuncia a su aventura y se acoge a tierra firme. A esta conclusión debió haber llegado Woody Allen (en realidad, siempre llega a la fatal premisa: el hombre aún no ha aprendido a amar). En fin.
Tiene 73 años y una esposa que es la hija adoptiva de su antigua mujer Mia Farrow. Allen casi le dobla la edad a Soon Yi, de 38 años, casi la cantidad de películas que él ha dirigido en su vida.
Luego de los éxitos de Match Point, Scoop y Cassandra´s dream, y rodar en Londres y Manhattan, Allen ha apostado de lleno en el amor con el apuro que toma grabar una película al año. Ahora Woody Allen está seducido por Barcelona, la locación que luce ese brillo turístico y que se presta para lo que viene. ¿Cómo no rodar un largometraje de pasión en una ciudad que exhibe, incólume, un falo gigante frente al mar?
Woody nos presenta a dos jóvenes americanas nos trasladan a un viaje de verano en Barcelona, una encantadora ciudad donde se sentirán enjauladas en sus veleidades pasionales. Esta vez, Allen se esconde detrás del lente para dar vida a personajes, que si bien podrían encajar en rígidos arquetipos, se mueven en fluidos e inteligentes diálogos, a la altura de los que nos tiene acostumbrados. Nos coloca al ritmo de un narrador omnisciente aliado del detalle y de la verborrea amable.
Vicky, una insípida mujer republicana (recatada y sensual Rebecca Hall) y Cristina, su amiga desinhibida e inestable (uniforme y plana Scarlett Johansson) conocerán a don Juan, el típico bohemio altanero y tentador (nada sorprendente Javier Bardem), quien se convertirá en el torbellino de los deseos de ambas. Todos girarán cómodamente hasta sentir la explosión de la Carmen, una desbordada y enérgica mujer andaluza (inigualable Penélope Cruz).
Si bien Woody Allen ha declarado en el Festival de San Sebastián que esta película “ha superado todas sus expectativas”, está claro que no será recordado por Vicky Cristina Barcelona. Pero que uno de los cineastas ícono del siglo XX haya escogido este país como locación hará que sus espectadores en el mundo se sientan embriagados por una exótica España.
Vicky Cristina Barcelona es una comedia ácida y espolvoreada de pasión y morriña. Nos deja con una sonrisa que se disuelve en el desconsuelo que provoca una ilusión perdida.
Dicen que Woody Allen escuchaba las propuestas para las bandas sonoras en su auto y cuando se topó con Barcelona de Giulia y los Tellarines no se contuvo. No tenía ni puta idea de lo que decía. Da igual. Esta pieza transmite toda la suavidad que su largometraje merecía.
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